Enviado por Gonzonet a través de Google Reader:
Esta fábula fue extraída del libro "Una fábula para cada día"
Una pulga viajera se quedó a vivir entre el pelaje de un perro vagabundo. Encontró allí un buen ambiente, e hizo amistad con otra pulga, que también hizo su vivienda sobre el lomo del pobre animal. Amabas pulgas pasaban muchas horas al día charla que te charla.
Entretanto, el perro se aburría de lo lindo, pero sus oídos afinaron tanto que un buen día, comenzó a escuchar unos grititos y susurro. Procedían de las pulgas. Como no tenía mucho que hacer, el perro se dedicó a buscar el origen de tales susurros. No tardó en descubrir, entre su pelaje, a ambas pulgas, quienes, muy asustadas, intentaron alejarse del perro.
Este, que deseaba compañía, les dijo:
–¡Esperen un momento! ¿Por qué tienen tanta prisa? Podemos ser buenos amigos. Miren, yo las dejo que vivan sobre mi lomo y ustedes, a cambio, dan esos gritos de vez en cuando; así yo me distraigo y ustedes viven calentitas y bajo techo. ¿Aceptan?
Como puedes imaginar, las pulgas hicieron tratos con el perro. Los animales y personas, por diferentes que sean unos de otros, siempre pueden encontrar la forma de colaborar entre sí.
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